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Leandro Soto: crónicas visuales
Leandro Soto: crónicas visuales
Palabras pronunciadas por Corina Matamoros, en la apertura de la muestra de Leandro Soto Crónicas visuales, realizada por el Museo Nacional de Bellas Artes, el 9 de marzo de 2018.
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Tengo el honor de presentar a un artista. Y me remonto a los años de 1978 y 1979, cuando nadie se hacía llamar curador, cuando Volumen Uno no había sucedido, cuando hacer una exposición tenía que ver más con el ímpetu y los deseos que con permisos institucionales. Hablo de un Leandro Soto que nos hizo montar en un tren hasta Cienfuegos y organizó una exposición que en La Habana no había sido posible. Hablo de la estridencia del rock con que logró cerrar una inauguración como yo nunca viera después.
Hablo de un alumno de Antonia Eiriz, de Antonio Vidal. Hablo de un jovencito como hecho para el teatro, para imaginar mundos y vestuarios; de alguien que hizo en solitario el primer performance cubano en una calle cienfueguera. Hablo de un hombre que puede caminar por la Tierra siempre ávido de observar y de aprender. Hablo de un individuo presto a la escucha de otro individuo. Hablo de un viajero, de un hombre que lo mismo lava su ropa en un rio mexicano de Tabasco, que se descalza en un templo hindú. Hablo de un hombre que puede transformarse en otro hombre.
Y hablo por supuesto de una poderosa vertiente antropológica del arte cubano que irrumpiera a la vera del post-Conceptualismo, y amparado por la visión de un futuro y una educación latinoamericanista en que fuera educada nuestra generación. Pienso en una de las más grandes obras cubanas, La mano creadora de Juan Francisco Elso, una mano de dios Maya para crear el mundo. Pienso en la imponente instalación de José Bedia El golpe del tiempo, dedicada a la cultura de los indios Dakota, y pienso en la pieza Kiko constructor de Leandro Soto, inspirada en humildes obreros de la construcción, donde su tío Kiko aparece como un héroe de nuevo tipo, un sencillo héroe de pueblo y de trabajo, un héroe casi no-héroe, con su indumentaria de laboreo, sus instrumentos y su brigada de operarios. Y pienso en lo que nos iguala como hombres, en los patrones que coinciden, en los cromosomas que hermanan, ya sean del mundo Maya de Elso, del indio Dakota de Bedia o del obrero cienfueguero de Leandro.
Las Crónicas visuales que Leandro Soto nos presenta en este conjunto, son una brevísima selección de una trayectoria etnográfica vivida en muy diversos lugares del mundo. El artista ha explorado comportamientos sociales, cultos religiosos, técnicas artísticas, experiencias pedagógicas y creaciones artísticas pluridisciplinares en regiones como Tabasco, Nueva Delhi, Búfalo, Arizona, Machu Picchu, Yucatán, Los Andes ecuatorianos, Himalaya, Barbados, Trinidad y Tobago…. Soto se encamina a las fuentes originarias, a las regiones donde tradiciones vivas se engarzan sólidamente con un ineludible presente, suministrándole concepciones, manufacturas, técnicas, materiales, producciones, objetos y experiencias concretas de vida que alimentan directamente estas crónicas.
Tal vez pueda parecer lejano, al público cubano de hoy, este tipo de arte que se adentra en tradiciones locales, prácticas religiosas e imaginarios de gran raigambre popular. Acostumbrados como hemos estado a obras donde el comentario sociopolítico secuestrara durante mucho tiempo la escena artística nacional y luego a producciones centradas en la inteligencia del verbo y la sofisticación intelectual, Soto nos recuerda, con la intensidad y riqueza de sus crónicas viajeras, que quizá nos hayamos adormecido un poco con menguadas perspectivas sobre las cosas, olvidando que el hombre es también muchos hombres y el arte nace siempre local.
Kiko constructor ha muerto. No el personaje que aparece en la pieza de Leandro, sino el hombre que inspiró la obra. Falleció hace unas semanas en Cienfuegos y me gusta pensar que en una sala de este centenario Museo Nacional de Bellas Artes, su estampa de modesto albañil nos seguirá hablando algo de nosotros mismos, de cómo hemos sido en este pequeño lapso de tiempo en que nos ha tocado vivir, de cuáles sueños nos desvelaron o con cuáles empeños nos labramos el camino. Kiko constructor. Un hombre de este trópico, como pudo serlo del desierto de Arizona. Un hombre: el verdadero sentido del arte. De esa suerte de antropología vívida está hecho el arte de Leandro Soto y el diario de viajes que comparte con nosotros hoy.
Corina Matamoros, 9 de marzo 2018
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I love the way Leandro paints
I love the way Leandro paints. he is magic
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